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martes, 3 de junio de 2014

MESA REDONDA: Desafìos Culturales e intelectuales de los jóvenes dentro de la universidad.


"No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor, todavía no se había dado cuenta” Quino. Joaquín Salvador Lavado.

Ante nada quiero agradecer la invitación muy generosa que las chicas y los chicos del Club de Oratoria Generación Cosmopolita han tenido para conmigo, y para evitar las sorpresas posteriores, debo confesarles antes que, yo no soy ninguna intelectual, sino que más bien me declaro una ignorante para ser precisa, por ello me siento privilegiada, de estar rodeada de personas de las que sin duda aprenderé mucho, y no solamente me refiero a la mesa, sino también al auditorio, también porque si las cosas que digo están equivocadas, estas equivocaciones me darán la oportunidad de seguir aprendiendo sin ningún tipo de vergüenza pública y sin riesgo de recibir tomates, zapatos, celulares, computadoras, dinero en efectivo, etc. 

Sin embargo les agradezco mucho por escucharme, porque tranquilamente en este momento podrían estar fuera de este salón, recibiendo esos maravillosos rayos de sol, que sin duda alguna son mucho más saludables que yo y mis palabras.

Como he anunciado anteriormente, no soy una intelectual, pido disculpas si alguien cree que no vengo vestida para la ocasión,  pero esto obedece al bien intencionado propósito subversivo de hacer un quiebre, no solo en mis estéticas sino también que en lo que diré, que no serán más que algunas reflexiones que me he hecho durante estos días, así que lo que vengo a compartir son dudas, y algunas  tentaciones, a ver cómo nos va pensando juntas y juntos, sobre todo planteando, miradas y enfoques otros.

DUDA 1: ¿No creen que deberíamos comenzarnos a cuestionar como estamos viviendo y entendiendo la cultura? Y a partir de ello replantearnos y deconstruir imaginarios, creo que vivimos en una época de innovaciones progresivas, y por principio universal,  debemos estar predispuestos al cambio, reconociendo de antemano como clave de interpretación que el mundo y quienes formamos parte de él somos entes dialécticos.

Yo criticaría por ejemplo el uso convencional del término cultura, que generalmente se reduce a entender como cultura, a todo acto público de espectáculo  vinculado a la “filosofía, la música, la pintura, la escultura, la literatura y otras expresiones de refinamiento del espíritu humano”[1], que en ese sentido vienen a ser solamente una REPRESENTACIÒN de la cultura misma, que “es un producto social. Es la suma de valores, creencias, actitudes y modos de comportamiento prevalecientes en una sociedad, en un momento determinado. (…) todo lo que aprenden las generaciones y los individuos en el curso de histórico de su convivencia social.  Ella es una forma de vida, una manera de ser, un modo de pensar y de sentir y un peculiar estilo de hacer las cosas cotidianas.”[2] Que se pueden ver representados en la filosofía, la música, la literatura, etc. 

TENTACIÓN 1: Partiendo de ello me atrevo a plantear la primera tentación de la tarde, ¿Qué tal si comenzamos a ampliar nuestras miradas sobre cultura?  Y asumimos como primer reto, la necesidad de construir relaciones interculturales otras, porque éstas relaciones existen, pero están guiadas por una matriz colonial de poder, que lo que hace es reproducir prácticas de exclusión, determinadas por la categoría raza, clase, sexo, orientación sexual, identidad sexual, lugar de origen, o religión. Nuestro desafío es justamente construirnos desde la interculturalidad, desde el respeto y la valoración a nuestras diferencias, ¡Qué tal si modificamos nuestras formas de relacionarnos con los otros y las otras, y "buscamos hilar sueños, luchas, esperanzas y ternuras, para tejer una red para la vida, como otra forma de enfrentar la colonialidad del saber, hasta ahora sustentada en la hegemonía de la ciencia y la técnica, de la frialdad de la razón, que construyó un conocimiento disciplinador, alejado de toda forma de afectividad, para que sea instrumental al ejercicio del poder, y que se erigió como un único discurso de verdad, para subalternizar silenciar y desconocer las otras formas de tejer conocimiento".[3]
 
El reto es retomar un diálogo de saberes horizontal entre nosotrxs y nuestrxs diferentes otrxs, creo que debemos aprovecha ese encuentro de culturas que nos proporciona la posibilidad de vivir en un país pluricultural, es uno de los primeros desafíos de la universidad como academia, pero también de quienes le dan vida a la universidad, o sea nosotras y nosotros lxs estudiantes, hermanar nuestras culturas, despejándolas de un horizonte totalizador al que nos obliga la occidentalización, el conocimiento euro céntrico y la globalización, como únicas alternativas para estas generaciones, yo digo, siempre hay formas otras de mirar al mundo.

DUDA 2: La segunda duda es a la vez una tentación, e invita a cuestionarnos la construcción de la “intelectualidad”, en relación precisamente a la responsabilidad que la academia tiene con la ciencia, y sobre todo con la sociedad, no se puede construir la intelectualidad como una característica alejada del pueblo. La academia construida desde el elitismo de los privilegiados,   que pueden y tienen acceso a la educación, cruza también por una cuestión de clase, lo que obedece a la formación de medianas y pequeñas burguesías ilustradas. Como una clase superior, la clase de los iluminados, donde se habla de incluso de la meritocracia, que aplicada a este sentido, se convierte en un instrumento de exclusión racial, social, de relaciones centro-periferia; pues que no es coincidencia que precisamente las personas que provienen de colegios públicos de calidad o privados de élite, sean quienes terminan la universidad  {por ejemplo}, dejando a lado a las personas con educación deficitaria y que casi siempre empalpan con la población indígena, afro, rural y provinciana.[4]

El problema de la meritocracia consiste en creer – además de dotar de valores morales – que a partir de allí no habrá más corrupción, cuando quienes han desmontado nuestro país han sido  generalmente los más “inteligentes”, dejando ver una espiritualidad cristiana positivista que sinonimiza = inteligentes= bueno.

Y se generan oficialmente dos estratos los inteligentes = intelectuales, y los que no, y al final terminamos teniendo tecnócratas en escritorios, sin bajar al territorio, como dicen las consignas populares.

La tentación que yo propongo es que podamos recordar que quienes somos de pueblo, debemos regresar a èl para devolver, y quienes no nacimos en el seno de esta sociedad proletaria  “un pueblo sin piernas pero que camina”, como dicen algunos trovadores contemporáneos,  podamos caminar cercanos a los pasos del pueblo, y la única forma de amar algo es conociéndolo, viviendo con él,  no viéndolo desde la clasificación “masas” como concepto lejano y abstracto.

Y si vamos a buscar el conocimiento de manera apasionada, aunque no queramos que vanidosamente nos llamen intelectuales, y nos rehusemos a que se nos etiquete de tales, construyamos sentidos éticos y convencimientos políticos del intelecto,  como una herramienta para transformar sociedades, democratizar los saberes, los conocimientos, buscar vincularlos con la sociedad, generar ciencia para servir. “Recuerdo mi primer día de clases en la universidad” Nos preguntaron por qué queríamos estudiar y como discurso de memoria todos decían que era “para servir a la sociedad”, creo que con el paso de los años, deberíamos evaluar nuestros compromisos, de otra forma, las palabras bonitas y los discursos se convierten en “canciones para hacer dormir a los niños y a los pueblos” como dice Saramago. No es suficiente indignarse, incluso hasta debemos saber con quienes nos indignamos, y la respuesta sigue siendo el pueblo. 

TENTACIÓN 2: Justamente en relación con estas reflexiones anteriores, me atrevo a plantear otro reto, el reto por democratizar los saberes, que está ligado con reconocer saberes varios,  superando la visión positivista decimonónica de la academia. Que implica reconocer también la sabiduría popular, los conocimientos ancestrales, pero re conocer no solo desde su existencia sino también desde su exploración. Democratizar los saberes también  significa luchar para que quienes tienen acceso al conocimiento no sea solamente una élite privilegiada por su relación o cercanía con el saber formal, sino que la democratización está ligada con el acceso a la educación, sobre todo porque “la educación como canal de acceso y ascenso tiene un sentido especial en la Abya Yala”.

REFLEXIÒN: Ahora quiero acercarme a otras reflexiones, no desligadas del contexto que tratamos, pero que si me parce importante asumir, como un reto de la universidad en general, pero especialmente de la universidad pública, que es recuperar sentidos de apropiación de la universidad pública, hace dos décadas se comenzó con todo un desmantelamiento y un discurso de desprestigio de la universidad pública, a tal grado que ni la universidad veìa como lucha la universidad, ahora hay intentos interesantes por recuperar la universidad como la cosa pública, sin embargo, es muy peligroso el criterio bajo el cual se está pensando la universidad, se la está haciendo bajo la impronta de inteligentísimos técnicos e intelectuales formados en el extranjero y universidades privadas que no tienen mucha idea de cómo es la universidad pública del Ecuador, que no sea la de copiar modelos de otras partes, sobretodo de universidades del primer mundo o de universidades privadas, que siempre es mucho más cómodo que generar el su propio conocimiento. “La universidad pública latinoamericana  necesita un estatus especial, a diferencia de las universidades agloamericanas o europeas para llevar a cabo su tarea”.
Creo que la tarea de recuperar la universidad pública le corresponde a todos, y ese es uno de los retos primordiales que debemos asumir, la academia debe generar su propia ciencia, y la academia somos nosotros, los hacedores y hacedoras de conocimientos y saberes.
La recuperación de la universidad está ligada con la politización de la academia, y sobre todo porque “si la universidad quiere mantener la libertad de enseñanza e investigación, entonces se tiene que entender como fuerza política autónoma en la sociedad” cuya misión sea defender a la universidad misma. 

Yo creo que hay muchas cosas por hacer, y me alegra mucho haber desfogado algunas de esas cosas que me venía atormentando estos días, de reflexión obligada sobre la universidad, y le pensar cuales vienen siendo nuestros retos, no desde los “intelectuales vinculados a la cultura”, sino desde quienes aún pensamos que si todo cambia, nuestra transformación y el de las instituciones, todavía tiene un o más oportunidades de hacerlo, todo dependerá de que hagamos todos desde nuestros espacios.

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.



[1] BORJA Rodrigo (2008) Sociedad, cultura y derecho. Editorial Planeta del Ecuador S.A. Segunda edición. Quito. p. 236.
[2] Ibídem.
[3] GUERRERO Patricio (2010) Corazonar. Una Antropologìa comprometida con la vida. Miradas otras desde  Abya – Yala, para la decolonización del poder, del saber y del ser. Ediciones Abya Yala. Quito. p. 16 y 17.
[4] Editorial. Revista Mala idea. Nro. 2. Noviembre de 2011. Quito. p.13

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