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jueves, 2 de diciembre de 2010

¿SOBERANÍA ALIMENTARIA? = SOBERANÍA ECONÓMICA, SOBERANÍA POLÍTICA.


A propósito del 16 de octubre, señalado por las Naciones Unidas como el Día Mundial de la Alimentación, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación planteó una iniciativa para que la humanidad muestre una vergüenza moral ante el hambre, la misma que tenía el nombre de “1 000 millones de hambrientos” se trataba de una invitación para que las personas se adhieran a una petición publicada en la internet y manifiesten su vergüenza ante el hambre mundial, iniciativa que curiosamente me lleva a preguntar ¿Cuántos avergonzados y avergonzadas firmarán?¿Serán suficientes para acabar con el hambre? Sin duda la recolección de firmas físicas o virtuales no significará nada para los mil millones de personas hambrientas del mundo que no pueden alimentarse de solicitudes y vergüenzas, pues la vergüenza y la indignación se manifiestan de otras formas y los lamentos resultan insuficientes para el estómago que duele porque no tiene alimento que procesar.

Cuando los colonizadores llegaron a América tuvieron muchas formas de debilitar a los nativos, una de esas maneras fue quitándoles muchos de los alimentos que consideraban sagrados, a la vez que les privaban de los nutrientes que estos alimentos les proporcionaban, y del significado religioso y cultural que representaban, fue una lucha que pretendía destruir a la cultura milenaria que se conservaba en América, despreciarla y reemplazarla por la traída desde Inglaterra, Portugal, Francia, Holanda y España.

Así, reproduciendo políticas mercantilistas, donde las disposiciones de las monarquías eran convertidas en ley para los “súbditos”, el poder de los reyes regían también para las colonias, por lo que la producción de lana, especias, cultivos y textiles eran alimento de la corona, quien controlaba absolutamente todos los aspectos de producción y distribución de los productos y materias primas provenientes desde las colonias,  ordenando elaborar productos que puedan cubrir con las demandas y satisfacer las necesidades de los habitantes de sus países, así comenzó un saqueo mundial a las colonias.

Con el paso del tiempo, ya no fue la corriente mercantilista (el estado decide las economías) la que regía el mundo, sino que fue reemplazada por el pensamiento fisiográfico (el estado interviene mínimamente en las economías) que promovía la ley natural del “Laissez - faire, laissez - passer” (dejar hacer, dejar pasar), abriendo paso al pensamiento capitalista, llamado por los economistas el pensamiento “clásico”. Pero esta “ley natural” del “dejar hacer, dejar pasar” seguía controlando la producción, pero a diferencia del pasado ya no lo hacía el estado, sino que ahora lo hacía una “mano invisible” (oferta y demanda) que regulaba la producción de las colonias, consideradas mercados que proveían a los europeos de las materias que las infértiles tierras europeas no les regalaban con generosidad como las americanas.

Así pasaron los años y la ley de la mano invisible hizo de las suyas, obteniendo más fuerza, y desarrollándose en los mercados, desde otro tipo de monarquías modernas (Imperios, transnacionales, monopolios) se ha defendido este sistema que les permite seguir incrementando sus riquezas y como en cualquier negocio, emplear tácticas de eliminación de la libre competencia, anulando a cualquier pequeño o mediano productor que pueda representarle riegos a sus ganancias o al incremento de sus riquezas, para lo cual utiliza muchas herramientas que sostengan este sistema, que tiene grandes estructuras corporativas, una herramienta de este sistema son las leyes, que marcan y legalizan la inequidad, la mala distribución de la riqueza y el acaparamiento de unos por sobre el detrimento de otros.

Hoy por ejemplo, en nuestro país, los principales productos de exportación son los que nuestro principal comprador Estados Unidos, demanda para su consumo, siempre y cuando la producción ecuatoriana cumpla con los requerimientos que señalan los “estándares de calidad y las exigencias del mercado”, ni siquiera se produce en función a lo que el pueblo necesita, sino que se hace en función a lo que Estados Unidos pueda comprar.  Mientras que en  nuestros mercados populares y ferias libres nos invaden productos contaminados con fungicidas, herbicidas y plaguicidas que “casualmente” pertenecen a empresas monopólicas “(Monsanto, Syngenta, Aventis, DuPont, Dow Chemical, Cargill y Arch Daniel Midland) que controlan el mercado de semillas modificadas y de los productos químicos asociados, Monsanto tiene el 90% de los transgénicos.”[1].

Actualmente y desde hace algunos años hay muchas iniciativas que luego de haber entendido la lógica del sistema, se resisten a reproducirlo y a aceptar la dependencia económica, política, cultural, estética, ideológica, alimentaria, a la que nos vemos sujetos, atados al “capitalismo periférico” como dice Eduardo Galeano y como muestra de esas resistencias toman acciones, desde lo personal y desde lo colectivo, se ha pensado por ejemplo en ser productores de sus propios alimentos y no seguir con la cadena de consumo a la cual el sistema nos obliga, y en caso de comprar, comprar solamente lo necesario convertirnos en “consumidores consientes”, que es una invitación a pensar antes de comernos un chito, una hamburguesa de Mac Donals, o un pollo en KFC, o a beber una Coca Cola, y a pensar antes preferir el producto de las cadenas de mercados nacionales o trasnacionales a los de los pequeños productores orgánicos, sin duda son pequeñas formas de demostrar la resistencia al sistema, pero desde esa comprensión, es importante resaltar que no podremos ser SOBERANOS ALIMENTARIAMENTE, si antes no somos soberanos política y económicamente, solo así podremos decidir con autonomía e independencia. La invitación está  hecha.


[1] LANCHIMBA Sofía, La Agricultura y la Vida.

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